Por Gerardo Andrade
30 de Abril de 1986
Muchas sorpresas deparan al espectador de "Los espíritus Lúdicos".
La primera, el humor ausente de todos los días. Aún en las circunstancias más difíciles, Tato y Tito, los protagonistas de la aventura en el país lúdico, demuestran siempre en su comportamiento algún acto, alguna palabra, que hace brotar la risa. Si de ella procede la reflexión, es problema de cada individuo. Es la gravedad y no la realidad su contratarte.
También la belleza . Los "libélulos", como les llaman a César Santiago, Iván Darío Alvarez y Jairo Aleman, han abrazado el culto a la belleza. En alguna oportunidad se declararon obreros de "una estética de la ética" ; como ciencia de la felicidad y de la utopía donde la única moral es la poesía".
Todos sus personajes de espuma y tela revelan la belleza porque la buscan, la sienten o la acechan. Nunca porque pretendan imponer su imagen perfecta y acabada. Los móustuos y las princesas, los diabloes y los niños, los buenos y los malos, se sitúan en un plano de igualdad frente a una idea tantas veces distinta y valedera de lo hermoso. Por ella o contra ella luchan y se juegan su libertad títeres y titiriteros.
En "Los Espiritus Lúdicos" ningún parámetro sirve para abarcar la libertada. Cuando menos se piensa los nudos han sido desatados por la voluntad de los personajes que reconocen con ironía a los titiriteros como sus creadores, como sus "dioses". Tato y Tito, los dos niños- títeres que emprenden la aventura del juego, no hacen concesiones a ninguna regla, ni siquiera a la que señala el final de la obra. En el país lúdico se salvan del regalo de su emperatriz, infeliz poseedora de las reglas del juego, pues tenerlas la han privado para siempre de la posibilidad de la sorpresa.
Sin embargo la libertad de los personajes es posible sólo gracias a quienes los crearon ejercen ese mismo derecho. César Santiago, Iván Darío y Jairo son tres adultos que, como todos se esfuerzan por asumir las realidades de la vida con toda la trascendencias que exige. Pero como pocos, forjan en sí mismos una disposición anímica que suprime de nuevo la antítesis entre el juego y la realidad , entre el juego y el trabajo.
En un mundo donde "los adultos prefieren confesar sus culpas a comunicar sus fantasías: es difícil encontrar una explicación a la insistencia con que los artistas presentan sus creaciones. Inclusive se cree con frecuencia que la fantasía es una actividad ajena a muchos. Hasta el punto que de aveces se niega cualquier rastro que delate los sueños. Pero que existen, existen. La tragedia es no saber a dónde se van.
En la base de las fantasías están los sueños. Y en la base de los sueños los deseos. Con mucha pena, cabe afirmar que ningún ser humano está exento de deseos. Que se cumplan o no es de suprema importancia porque si ocurre lo primero es porque el afortunado es poderoso y tiene la desgracia de estar satisfecho. Entonces, como Camus diría, el pobrecito no fantasea. Si ocurre lo contrario no fantasea. Si ocurre lo contrario y parece que así es en la mayoritaria de los casos, los deseos insatisfechos se convierten en las furzas impulsoras de las fantasías. Y cada fantasía es una rectificación de la realidad insatisfactoria.
Pero las fantasías no sólo operan hacia el pasado, sino también hacia el futuro. Es en este momento cuando los titiriteros de "La Libélula Dorad" entran en acción. Sus historias desde "La niña y el sapito o la unidad de los contrariados (1978), están alimentandas por los deseos que resultan descabellados para quienes están satisfechos.
La libertad, el amor y la belleza, necesitan un tiempo y un espacio que no hemos sido todavía capaces de crear colectivamente en la realidad, pero que todos los insatisfechos imaginamos. las obras de la "Libélula" sonsiempre una propuesta de ese espacio y ese tiempo donde los protagonistas de sus historias rozan esos deseos. Los rozan. Porque son títeres.
Y porque son ellos ocurre que se hace más evidente que en el caso de Edipo, Macbeth o Aureniano Buendía, su dependencia de quienes lo crean.
Aunque también desde su primera época, los integrantes de "La Libélula Dorada" han visto que sus personajes se convierten en una espacie de bienaventurados porque escapan al destino que ellos les habían trazado. No en vano el título de una de sus primeras creaciones alude de manera directa a ese conflicto "La Rebelión de los Títeres".
El espacio y el tiempo que propone " Los Espíritus Lúdicos" para la aventura de sus héroes pertenecen al universo del juego. El niños que juega se crea un mundo propio, reacomoda las cosas que lo rodean en un orden nuevo y placentero para él. En cierto sentido - lo afirmaba el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud en 1908- en su actividad lúdica, el niño se conduce como un poeta. O, visto de otro modo, el adulto que se hace artista reemplaza con la escritura, la pintura, la composición, una actividad que ya no le esta permitida: jugar.
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