En el universo titiritero, la formación artística es un ala de la libélula; la otra es la gestión y la producción. Solo al batir ambas, el vuelo por la imaginación se hace posible.

El gestor o la gestora son como libélulas que trazan rutas invisibles en el aire, tejiendo puentes entre el arte y quienes lo esperan con asombro. A su lado, el productor o la productora sostienen el viento, administran la energía y hacen que cada chispa creativa aterrice en el escenario hecha realidad.

Así, con el aleteo conjunto, las obras toman altura y el público viaja con ellas en un vuelo compartido de fantasía y encuentro