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Gabriela Samper (Parte II)

En nuestra entrada de la semana pasada empezamos a adentrarnos en la maravillosa historia de Gabriela Samper, sus inicios en las artes escénicas y su búsqueda y gestión de espacios para teatro dirigido a público infantil. En esta segunda parte, recorreremos su trayectoria en el mundo de los títeres, y en el reconocido escenario del Teatro del Parque Nacional.

 

GRUPO DE TÍTERES ROCOCO


Considerando que la intención general de "El Burrito" era realizar espectáculos infantiles, en ese colectivo no podía faltar el teatro de títeres, género al que se dedicó un pequeño pero selecto grupo de artistas que se dio a conocer con el nombre de "Títeres Rococo", conformado por María Roda, como directora; Beatriz Daza, ceramista y creadora de los muñecos; Alexander Morales y María Rosa Recasens, como titiriteros; el pintor Antonio Roda y Hans Drews, como colaboradores permanentes.


Dentro de las varias obras que en sus tres años de existencia montó el grupo Rococó, se destacan: "Caperucita Roja" y "Cristicina Cristisona" con las cuales participaron en el IV Festival Nacional de Teatro, siendo ésta la primera vez que un grupo de títeres tomaba parte de un evento de esta categoría. El espectáculo aunque presentaba fallas técnicas propias de un "grupo amateur" debía ser de singular belleza por cuanto contaba con el talento artístico del pintor Roda y la ceramista Daza, y además con el ingenio y la distinción de los demás integrantes.


A propósito de su participación en el IV Festival de Teatro, se puede leer el siguiente comentario: "El Teatro de Títeres Rococó, está muy lejos del teatro de I Piccoli Italiano y seguramente de muchos otros de menor categoría en el mundo, pero no por ello deja de constituir un paso firme hacia la consolidación del género entre nosotros. Se nos ocurre que las dos obritas presentadas el domingo tuvieron el encanto de la sencillez, la delicadeza del movimiento, el colorido de los decorados y una deliciosa musicalización. Es lástima que la magnitud de la sala del Colón hiciera casi imposible la audición de las voces que acompañaban los movimientos de los pequeños muñecos. El argumento de la segunda obrita se perdió casi por completo para los pequeños espectadores por la imposibilidad de escuchar los diálogos; algunos efectos técnicos fallaron y otros con mayor fortuna lograron su cometido. Creemos no equivocarnos si pensamos que el Teatro de Títeres ha empezado bien y puede llegar muy lejos". [ Rizo, Harold. El Espectador. Agosto 28 de 1.960. Op. Cit.]


EL TEATRO CULTURAL DEL PARQUE NACIONAL


Para 1.961 "El Burrito" ya había alcanzado una interesante trayectoria, pero cuanto más se entregaban sus integrantes a su oficio, más urgente se hacía la necesidad de contar con un espacio que garantizara, por una parte un desarrollo más sistemático de su actividad artística y por otra, la permanente proyección de sus actividades a través de una programación constante.


Gabriela mucho más entusiasmada que antes con su aventura, se entregó a esa nueva tarea con la cual -estaba segura- su sueño de convertir el Teatro en parte de la cotidianeidad de los bogotanos, alcanzaría un mayor vuelo. Empezó a moverse por un lado y otro, a retomar viejos contactos y por qué no decirlo, a sacar partido de su apellido para lograr su nuevo objetivo. Finalmente su empeño dio resultados y en 1.961, fue nombrada directora del Teatro Cultural del Parque Nacional.


El teatro estaba abandonado y la tarea de reconstrucción y reapertura no parecía nada fácil, mucho menos cuando el Ministerio de Educación no contaba con ningún presupuesto para ello. Pero nada logró asustar a la nueva directora, que vio en ese antiguo espacio la posibilidad de cristalizar innumerables proyectos que día y noche le rondaban la cabeza.


Antes de abrir la puerta al público fue necesario arreglar la nueva casa y lo primero que se hizo fue adecuar el escenario para el nuevo fin. "En esta sala nunca se había visto otra cosa que teatro de marionetas. No había comodidades para más. Hicimos una transformación casi total, le aseguro que esa fue una tarea épica y si se quiere agónica. Con materiales de deshecho construimos una ante-escena que amplía el área disponible para la interpretación; con ínfimos recursos levantamos una falsa viga de iluminación para mejor distribución de las luces, hicimos reflectores improvisados con tarros de saltinas y hasta un tablero de control que nos da la ilusión de sentirnos en Broadway".[ El Espectador. Junio 22 de 1.962.]


Al poco tiempo, el público bogotano empezó a gozar de una gran gama de posibilidades culturales y recreativas que ofrecía el Teatro del Parque. El Teatro Infantil, desde luego, ocupaba el primer renglón de la programación, le seguían los conciertos infantiles de la orquesta sinfónica y finalmente las charlas de arte, literatura, poesía y teatro, que lograron convertirse en la tertulia semanal de muchos inquietos ciudadanos.


Al año siguiente, cuando ya el teatro había adquirido nuevamente el prestigio del que había gozado en otro tiempo y cuando se contaba con un público estable, Gabriela, sintió que era el momento más adecuado para empezar a formar nueva gente que se encargara de multiplicar el amor por el teatro y así éste, pudiera llegar a todos los rincones de la vida capitalina. Se inauguró entonces "El Taller del Teatro" dirigido por ella y por el profesor puertorriqueño Angel F. Rivera. El objetivo de este taller era "ofrecer al estudiante de teatro, una preparación técnica, artesanal y práctica de las diversas fases del espectáculo y una formación cultural, que lo convierta en una persona capaz de comprender las más elevadas expresiones del arte". [ EI Espectador. Junio 22 de 1.962.]


Participaron de él cincuenta personas de las más diversas profesiones: trabajadores de la industria y el comercio, artistas, profesionales y aficionados, empleados de oficina y estudiantes de secundaria, quienes al poco tiempo dieron a conocer al público bogotano el resultado de su laboriosa tarea y estrenaron "Sancho Panza en la isla Barataria" de Alejandro Casona y "El Retablo de las Maravillas" de Cervantes.


Después de este resonante éxito no tardaron en llegar a Gabriela las más diversas propuestas de trabajo, pero sin duda la que más logró seducirla, fue la realización de un programa de televisión para el público infantil... La televisión en ese momento aunque precaria era, después de la radio, la forma más masiva de llegar a los colombianos, por eso tenerla era un gran privilegio que ella supo aprovechar muy bien a pesar del gran esfuerzo que le demandaba.


Así, de directora de Teatro pasó a ser directora de televisión, que con inigualable entusiasmo animaba y coordinaba un pequeño grupo de titiriteros que se llamó "Teatro de Títeres El Burrito" y del que hacían parte Germán Moure, Hernando Kosher, Carlos Parada y Beatriz Daza.


En 1.963, Gabriela se retiró de su cargo como directora del Teatro Cultural y casi simultáneamente el programa de televisión tocó a su fin. Los integrantes del grupo de títeres tomaron nuevos rumbos y Gabriela se empezó a adentrar en los umbrales del cine al que se dedicó definitivamente.


En 1.972 cuando se hallaba en el mejor momento de su producción cinematográfica fue detenida bajo la acusación de pertenecer a un grupo subversivo. Nunca encontraron pruebas de lo que se le acusaba y al cabo de algunos meses fue liberada... pero el peso de la injusticia, la terrible realidad de nuestro país, el frío de la prisión y el dolor de tortura, fueron minando su vitalidad y el 16 de mayo de 1.974 emprendió un viaje sin retorno, quizás a un lugar donde se puede soñar y donde ser diferente no es ningún delito.


Alguna vez, ojalá no muy lejana, su hija Mady, quien heredó de su madre muchas de sus cualidades y además la profesión de cineasta, nos contará más de cerca toda esta historia, basándose en los bellos recuerdos de la vida y en los dolorosos testimonios de la cárcel que Gabriela registró en un libro titulado "La Guandoca".


Gabriela Samper y sus títeres. Archivo Mady Samper

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