Recientemente hemos tenido una gran oportunidad de llevar a un espacio amistoso de discusión el tema de la dramaturgia en nuestras obras de títeres. Esto ha sido posible gracias al portal Títeres Resistiendo el Coronavirus, y desde esta semana empezaremos a compartir con nuestra audiencia algunos de estos temas que tratamos en nuestra charla con ellos. Y, empezaremos por el principio, hablando de dos obras cortas, que al juntarse, constituyen el principio y nacimiento de la Libélula Dorada.
La rebelión de los títeres
La génesis dramatúrgica en el grupo de títeres La Libélula Dorada, tiene como primer
embrión original la obra: “La rebelión de los títeres”. Es una pieza corta. Nace como un
ejercicio en la escuela de títeres en donde nosotros damos nuestros pasos iniciales en el
camino de nuestra formación. Es una ópera prima para nada pretenciosa. Surgió de un
impulso muy sentido y personal. La intención era anhelar situarse de manera sincera
frente a los títeres, tanto al encanto mágico de sus figuras, como a la responsabilidad ética
que implica nuestro oficio. Queríamos que los niños vivenciaran a través de la relación
entre el títere y el titiritero, la importancia de la libertad para la convivencia.
El trasfondo de la metáfora era transparente y sencilla: el títere no es un simple objeto
manipulable. Es un ser vivo que proclama su derecho a tener una vida digna y propia. El
títere le reclama al titiritero ser coautor de su existencia. No quiere contar historias que
no desea, ni representar papeles maniqueos, tontos o ridículos que aborrece. Le repugna
el didactismo y el moralismo a ultranza. Con ello el títere asume con su actitud, la voz
expectante del niño. Revindica sin ambages frente al titiritero que lo anima, que no es más
que, el rostro encubierto del adulto que lo gobierna, esto es, el que le permita ser
autónomo, ante todo, gracias al respeto mutuo al que invita toda relación humana.
En resumen pide con ello, relaciones más horizontales, porque en el fondo a lo que aspira
es a creer que, entre más libre sea el títere más libre será el titiritero. O lo que viene a ser
parte de lo mismo: Que entre más libre sea el adulto, más posibilidades de ser libre tendrá
el niño.
Sin embargo, esto que ahora suena al enunciarlo tan pensado, en su momento fue un
rapto de inspiración, en el que la imaginación se pregunta cómo lo podría imaginar un
niño: ¿Qué pasaría el día en que en plena función, los títeres de repente se rebelan y
deciden invertir sus papeles con el titiritero? Todo esto con el fin de mostrar que, si bien
puede ser muy recurrente el ser manipulador, no es muy cómodo ser manipulado.
El resultado fue el convertir el juego escénico en el biombo, en el lugar de conflicto en
donde los protagonistas se intercambian sus roles. Todo mediante acciones irónicas,
claras, llanas y sencillas.
Los héroes que vencieron todo menos el miedo
La pieza “Los héroes que vencieron todo menos el miedo” es un poco más extensa que la
que le precede. Nace a finales de 1976, una vez sus tres integrantes iniciales, asumen el
reto de ponerse al servicio del teatro de muñecos y formas animadas de manera exclusiva
y total. Ello nos pedía con audacia y rigor, abandonar nuestras anteriores posibilidades de
subsistencia. Una vez hecho ese compromiso y buscar un nombre artístico y significativo
que nos diera identidad, fundamos de manera ritual lo que hoy se conoce como “La
Libélula Dorada”.
De inmediato, en nuestra deseada nueva vida, surgió de urgencia una función para un
jardín infantil que debía ser de media hora y que tendría que mostrarse en un futuro
inmediato. El grave problema era que no teníamos la obra montada, tan solo teníamos
algunos muñecos que habíamos elaborado en la escuela. Así fue que recurrimos a ellos, y
a un pequeño sketch de nuestros maestros de la escuela que, pertenecían al “Biombo
latino”.
El conflicto central del sketch se hace manifiesto entre un sapo y un gusano. El sapo se
encuentra dormido y el gusano que necesita pasar al otro lado del camino no puede pasar.
Él muy amablemente lo despierta y le pide que se levante para poder continuar su
travesía. El batracio quiere continuar en su profundo sueño y no le hace caso. Finalmente
lo logra luego de un divertido juego escénico entre los dos personajes que redondea su
breve resolución.
Decidimos para poder completar los treinta minutos, desarrollar más esa pieza ampliando
la situación, y con ello ir incorporando nuevos animales que se ven envueltos en el mismo
conflicto. Al tener algunos personajes y definir la situación general, así como el espacio del
conflicto, la estrategia para desarrollar la dramaturgia y la puesta en escena fue el recurrir
a improvisaciones que colectivamente nos permitieron encontrar un texto para un tiempo
y un público que ya estaba predeterminado.
Desde entonces esa obra junto a “La Rebelión de los Títeres” se convirtió en el abrebocas
de “Los héroes que vencieron todo menos el miedo”, dado que al sumarse las dos
conformaron más adelante un solo espectáculo, en el que la primera pieza le sirve de
introducción a la segunda.
La conjunción de estás dos piezas se completó con la creación de dos personajes actores,
estos son: “Matías el titiritero” y Filipo el mago” que nos dieron la oportunidad de anexar
la canción de la Libélula que el cantautor Jairo Ojeda había compuesto para nosotros
cuando nos hicimos amigos y compañeros en la escuela.
Ambas piezas tan ligeras, frescas y espontaneas desde hace más de cuatro décadas, no
solo son titiritescas, jocosas y entretenidas, sino que además se han convertido hasta el
presente, en nuestro vital caballito de batalla para poder ser trashumantes, y
presentarnos sin muchas condiciones técnicas en cualquier espacio del mundo, lo cual, en
nuestros contextos latinoamericanos es de vital importancia, a la hora de proyectar con
sencilla eficacia el radio de acción de nuestro trabajo cultural.
Iván Darío Álvarez
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