Llega un punto en la historia de los títeres en Colombia en el que todas las historias empiezan a converger. Las influencias de las compañías extranjeras, los espacios para las artes escénicas, y los creadores empiezan a construir una historia conjuntamente. Uno de estos creadores fue don José Muñoz, conocido como "Muñocito", de quien hablaremos en el artículo de hoy. Hablaremos de sus creaciones, los escenarios de Bogotá en los que se presentó y en los que creó espacios culturales, su compañía, entre muchas otros temas.
Físicamente don José Muñoz, "Muñocito", era la más viva imagen de Geppeto. Un personaje pequeño, dulce y sabio pero sobre todo, al igual que el célebre creador de Pinocho, un artesano incansable, un permanente inventor que pasaba en su taller gran parte de su vida. Su hija Cecilia Muñoz lo define como un científico claro... un científico de los muñecos pues a ellos dedicó gran parte de su vida y de su inventiva imaginación. Cuenta ella que se encerraba en su cuarto y constantemente se dedicaba a hacer experimentos como un alquimista. Se dedicaba a mezclar y calentar materiales para hacer yesos de todos los colores, almidón, cartón, piedra y todas aquellas cosas que pudieran perfeccionar el mundo mágico de sus muñecos, a los que como Geppeto, después les daría movimiento... Sus fórmulas, como tesoro, las conserva su hija en un cuaderno manuscrito en el que a manera de libro de culinaria científica, Muñocito, consignaba todos sus inventos.
Se dice que don José Muñoz se inició artísticamente cuando tenía 17 años trabajando en el teatro San Diego cerca del Parque de la Independencia; más tarde viajó a Cuba donde hizo estudios de teatro y cuando llegó a Colombia se vinculó a la Radio Nacional, específicamente al programa de radioteatro en el cual se hacían dramatizaciones para adultos y niños. Más adelante, en esta misma emisora y bajo la dirección de un profesor extranjero de apellido Pulido Téllez, se creó un grupo dedicado únicamente al teatro infantil al cual perteneció durante mucho tiempo Muñocito. Fue quizás esta experiencia como radioactor su mejor credencial para ingresar al Teatro Cultural del Parque Nacional en donde desde los primeros años trabajó con el maestro Angulo desempeñándose primero como actor marionetista y posteriormente (a partir de 1.950, año en el que se retira Angulo), como director del grupo de marionetistas del teatro, cargo que ocupó hasta 1.959.
Muñocito hizo parte del primer grupo de marionetistas del Teatro del Parque dirigido por el maestro Angulo. Posteriormente y ya bajo su dirección empezaron a ingresar al grupo muchas personas que hoy son reconocidos actores de la televisión colombiana, como su hijo Carlos Alfonso Muñoz, Álvaro Ruiz, Carlos de la Fuente, Carlos Alberto Moreno "Don Eloy" y su esposa Sofía Rodríguez y la fallecida Esther Sarmiento de Correa. La gran cualidad de estas personas y seguramente lo que hizo que Muñocito los eligiese precisamente a ellos, fue su capacidad y experiencia en la interpretación de diversos papeles; oficio éste que algunos habían aprendido en los escenarios y otros en los dramatizados de la radio. Entre éstos, la única excepción es Carlos de la Fuente, cuyas habilidades imitativas e histriónicas fueron descubiertas y potencializadas por Muñocito, quien por ser amigo de su padre y al poder observar la cantidad de piruetas, voces y chistes que el muchacho hacía, lo invitó a trabajar por primera vez como actor marionetista en el Teatro del Parque. De manera bien coincidencial, el joven actor, llevaba el mismo nombre y apellido de su hijo Carlos Alfonso, razón por la cual años más tarde cuando ambos ingresaron a la televisión, éste adoptó el nombre artístico de Carlos de la Fuente.
En general la programación del Teatro del Parque continuó bajo la dirección de Muñocito con las mismas líneas que traía el maestro Angulo, es decir, una primera parte conformada por la proyección de una película, una segunda parte de espectáculo de marionetas y un intermedio de variedades a cargo de los niños. Fue precisamente en este "intermezo" que Muñocito se inventó el "Gran Porrazo", una especie de concurso y escuela de baile en el que perdieron el miedo al público muchos niños, que como Erika Krump, después se hicieron famosos. "Mi papá se inventó lo del gran porrazo porque resulta que las variedades estaban a cargo de los niños, entonces ellos se inscribían y casi todo lo que iban a hacer era a bailar porro, que era el baile que estaba de moda. La función entonces se alargaba muchísimo porque por decir algo, se inscribían 50 niños a bailar porro y a todos había que dejarlos subir al escenario. Un día entonces dijo mi papá: aquí tenemos que inventarnos algo raro para salir de estos porros "de un solo dolor". Entonces él decidió que todos los que iban a bailar porro se inscribieran y ya al final cuando todos los demás habían actuado, mi papá salía y decía: "A continuación el Gran Porrazo". Se subían todos esos chinos que eran 20, 50 u 80, se subían al escenario y bailaban al tiempo, cuando se terminaba el disco, se acababa todo y allí si podíamos cerrar el teatro".
La programación de El Parque terminaba el 15 de diciembre, fecha en la cual se realizaba una gran fiesta de fin de año, que era también la oportunidad de ofrecer a los niños que asistían al teatro, que por lo general eran de sectores populares, un regalo de Navidad. Así, después de la función de marionetas, se repartía a los niños una gran cantidad de juguetes y otros regalos que los actores marionetistas habían solicitado a las empresas desde el mes de septiembre.
EL PESEBRE SANTAFEREÑO
A partir del mes de diciembre y a veces hasta el 6 de enero, el grupo de marionetistas del parque se dedicaba a realizar en el antiguo Teatro Municipal (situado al lado del observatorio astronómico) hasta tres funciones diarias de un espectáculo llamado "El Pesebre Santafereño", retomando así la antigua tradición bogotana que a finales del siglo XIX -vimos anteriormente-, dio origen al "Pesebre Espina" primer teatro estable de títeres de Bogotá.
"Todo el escenario, que era tan bonito y grande como el del Teatro Colón, se cubría con lama que el Ministerio de Educación mandaba a traer por camionados. El musgo, los árboles, las ramas y todo lo que se necesitara para armar el pesebre lo traían del campo de sitios vecinos. Ya vestido el escenario como todo un pesebre, se dejaba en la mitad de un espacio que era la escena en la que iban a actuar las marionetas y que tenía sus bailarinas, telones y decorados. Por entre la lama se ponían una tiras de tela que se desplazaban por medio de un mecanismo de polea. En esa tira de tela se ponían todos los colegios de Bogotá, que en ese tiempo existían con sus escudos, banderas y sus bandas de guerra, lo cual se había investigado previamente. Como ya se sabía como eran los uniformes, los escudos y los estandartes de cada colegio, entonces las siluetas de los muñecos que representaban los colegios, se hacían en madera; allá en el sótano del teatro del parque había un taller de carpintería, los hacía el señor Cifuentes, que luego nos acompañó a las giras para armar el puente de las marionetas. Bueno, entonces él nos entregaba a nosotros toda esa cantidad de siluetas en triplex y nosotros las pintábamos según el colegio. Eso era algo de mucha paciencia porque había que hacer cada rayita a cada uniforme, los escudos con todas sus cositas, en fin... trabajo para todo el año teníamos con este desfile de muñequitos. Bueno, esta representación que se hacía en el pesebre se llamaba el Desfile de San Vito, que salía de una iglesia y gracias al movimiento de la tela por la polea, pasaba por todo el pesebre tocando las campanas de cada iglesia hasta que llegaban a la de San Francisco donde se encontraban todos. Apenas llegaban y entraban a San Francisco, nosotros que estábamos lógicamente detrás del escenario, íbamos recogiendo todos los muñequitos y poniéndolos en orden para la siguiente función. Eso se hacía como en una especie de intermedio en el que además de los colegios, iban pasando la policía, el ejército, la cruz roja, los bomberos y todos los establecimientos que existían en Bogotá en esa época. De pronto por entre el desfile, aparecía de repente un diablo que era un títere de guante, y cuando pasaba por un convento o un colegio de monjas, cogía tres monjas y se las llevaba, mejor dicho se las robaba y esos niños gritaban y también los adultos y se formaba un gran alboroto. En ese pesebre se hacía también una representación del Salto de Tequendama, también con una polea y un surtidor permanente de agua que mi papá se había inventado. Era como trasladarse allí porque se veía perfectamente la cascada. De pronto llegaba un muñeco que también era un títere pero no de guante porque se manejaba desde atrás, era el suicida que se paraba en la piedra y decía "Oh grandioso Tequendama, si eso eres tú, como será tu mamá" y zaz, se tiraba y nosotros ahí mismo lo recogíamos para ponerlo a secar y tenerlo listo en la otra función. Después de todos esos números que eran tan divertidos, pasaban tres aviones por encima de la platea y empezaban a tirar dulces y colombinas y los niños a recoger esa cantidad de cosas. Esta historia es realmente muy hermosa. Después de esto empezaban ya los espectáculos de marionetas en el espacio que se había dejado para ello".
LOS ESPECTÁCULOS DE MARIONETAS
Tratándose de un espectáculo especialmente para niños, el grupo de marionetistas del Teatro del Parque se dedicaba a hacer montajes de diferentes cuentos infantiles como Caperucita Roja, La Bella Durmiente, Pinocho, La Casa Encantada y otros cuentos tradicionales. Pero hubo tres espectáculos realmente célebres y que sin duda quedaron en el recuerdo de muchos bogotanos: "El pianista Stokoski", "La jazz band de negros cubanos" y "La corrida de Toros", de la que también nos hablaron Germán Moure y Fernando Laverde. Vale la pena anotar que el espectáculo de la corrida así como el de la banda de jazz también hacía parte del repertorio de la Compañía I Piccoli Alegría, creada por el maestro Angulo tras su retiro del Teatro Parque Nacional.
"El pianista que mi papá había bautizado como el maestro Stokoski, era una marioneta a la que se le ponía delante de un lindo piano de cola miniatura que se había hecho en la carpintería del teatro. Era un anciano, un maestro vestido con saco leva que tocaba increíble el piano. El entraba despacio, cruzaba todo el escenario, se levantaba el saco leva, se arreglaba las gafas y empezaba a tocar. Claro tenía todas las técnicas y mecanismos para hacer todo esto; cuando empezaba a tocar, nosotros poníamos un disco de piano y todo el mundo se quedaba calladísimo porque era realmente un concierto". El jazz band era un grupo de diez negros cubanos, todos igualiticos y con unos uniformes muy alborotados... recuerdo que yo hice esos vestidos en razo verde y con una colas en organdí lindísimas. Cada uno tenía un instrumento diferente, había un saxofonista, un maraquero, un contrabajo, un pianista, un cantante y todo lo que debe haber en una banda de jazz, con notas musicales y todo. Todo era increíble, pero el mejor era el cantante que se sentaba encima del piano y desde allí cantaba".
Por su parte Germán Moure cuenta: "Yo vi una vez cuando ya no estaba tan pelao, un espectáculo de marionetas de hilos en el Parque Nacional... yo vi una corrida de toros, era muy lindo... yo no sé quien lo hacía, pero lo hacía un viejito y un hijo de él... en todo caso lo que yo vi era una corrida de toros, era muy lindo, tenía toros, picadores, caballos, manolas, todo lo tradicional de una corrida de toros hecha con muñecos de cuerdas y tenían las cabezas y los brazos hechos en madera... el toro era precioso... el movimiento del toro... yo no sé cuántas cuerdas tenía porque yo en ese momento no sabía nada de eso".
LA INFLUENCIA DE PODRECA
Al igual que el maestro Angulo pero en épocas diferentes, Muñocito presenció el espectáculo de Podreca y quedó con él maravillado. El Comendador italiano marcó sin duda el trabajo de estos dos marionetistas criollos. Si algo tenían en común los espectáculos de Angulo y Muñocito, era la influencia que había ejercido sobre ellos Podreca. No es pues por casualidad que números como el pianista, la banda de jazz y la corrida de toros, hicieran parte del repertorio de los I Piccoli de Podreca y que trajeran al Teatro Colón de Bogotá en 1.939 y posteriormente al teatro Municipal el los años 50.
Cecilia Muñoz, nos cuenta la siguiente anécdota que narra la forma clandestina en que se ejerció tal influencia: "La Compañía Podreca se presentó en el Municipal. Yo no la vi pero mi papá si fue. En esa época por más trabajador de las marionetas que fuera mi papá, no lo dejaban entrar al escenario a ver todos lo trucos. Pero él que era tan conocido por todos los utileros, los de la portería y de todas esas gentes del Municipal, le dijo a uno de ellos; "tu sabes en qué trabajo yo y en qué estoy metido con las marionetas, entonces yo tengo que aprender algo de esta gente, y como no dejan entrar tengo que buscar la forma de verlos". Entonces logró que lo metieran en la parrilla del Teatro Municipal acostado y desde allí se pateó matiné, vespertina y noche sin poder salirse ni a tomar un tinto porque no se podía bajar de allí hasta que se fuera toda la gente y no podía salir hasta que cerraran el teatro. Y fue así que desde allá donde se había metido desde antes del almuerzo, logró verlo todo y aprendió cantidades de trucos y cosas de esas que ellos traían porque era una Compañía muy buena".
LAS GIRAS Y OTRAS PRESENTACIONES
En enero de 1.972 el grupo de Teatro del Parque Nacional es invitado a Manizales para realizar presentaciones dentro del programa de celebración del Centenario de esta ciudad. Las funciones tuvieron allí gran éxito y a partir de entonces empezaron a realizar algunas giras por Cali, Buenaventura, Pereira, Armenia, Tunja, etc. Estas giras normalmente estaban asociadas a diferentes eventos que se realizaban y a los cuales el Ministerio ofrecía apoyo mediante las presentaciones del Grupo del Parque que dependía de la División de Extensión Cultural.
Junto con ellos, el puente de marionetas del Teatro del Parque como dice Cecilia, recorrió toda la República. Este era un puente de madera de cedro que se había hecho ,junto con el Teatro del Parque y que fue especialmente concebido para títeres y marionetas. Aunque era totalmente desmontable, era bastante pesado, razón por la cual se pensó en alguna ocasión en construir un puente metálico más transportable, y aunque pudimos conocer sus planos y sus precios, al parecer, éste nunca se llevó a cabo. Cuenta Cecilia Muñoz que: "cada vez que teníamos presentaciones fuera de Bogotá, el Ministerio mandaba un avión completo con toda la carga del teatro, es decir, las cajas llenas de muñecos de escenografía y el puente".
Fue este mismo puente el que en tiempos del General Rojas Pinilla se trasladó al Batallón Caldas, para celebrar con marionetas la novena de Navidad de los soldados. "Al General Rojas Pinilla le gustaban mucho los títeres y las marionetas. Él conocía muy bien varias de la obras que nosotros hacíamos. Como en el Batallón ellos hacían las novenas, entonces una vez se les ocurrió llevarnos a nosotros con las marionetas. Allí, en un sitio muy amplio los soldados armaron el escenario, montaron el puente, y hasta nos hicieron unos cuarticos para cambiarnos porque en ésa época nosotras teníamos uniforme para hacer las presentaciones, era un overol igual para hombres y mujeres".
Allí se hizo la novena de aguinaldo con mucho éxito. La novena empezaba a las siete de la noche, se rezaba, se hacía procesión por todo el Batallón y después se hacía el espectáculo de las marionetas. El General llegaba antes que todos, a las seis de la tarde con toda su familia. Llegaba para ver como desenredábamos los muñecos y de pronto se subía al puente y empezaba a manejar una marioneta. Esas presentaciones nos las pagaron muy bien; pero para eso y para trasladar todas las cosas del teatro al Batallón tuvimos que sacar varios permisos porque, como les digo, nosotros éramos pagos por el Ministerio y éste era el dueño de las cosas del teatro".
No sabemos precisamente porqué ni en qué año exactamente Muñocito decide dejar el Teatro del Parque Nacional. Tras él, se empezaron a marchar uno a uno de los marionetistas. Ya en el año 1.959, el maestro Angulo retoma las funciones de marionetas los fines de semana, pero el teatro ha entrado en una crisis irreversible que desemboca en su cierre definitivo.
En 1.961 se reabre el teatro bajo la dirección de Gabriela Samper y con ella llegaron Hernando Kosher y Germán Moure quien cuenta: "Allí pasó algo muy raro... la persona que tenía a cargo ese teatro, creo que era Muñoz, lo entregó a Extensión Cultural y dejó todo. Dejó el puente armado y los telones que eran muy lindos, como los de los fotógrafos de parque con paisajes atrás y castillos y todo eso pintado, también dejó los muñecos... que raro no? Los dejó encima, todos colgados en la parrilla como encima de la platea... había muchos (...) nosotros dejamos los muñecos ahí y ahora me pesa no haberme robado un muñeco de esos (ja, ja, ja) no, en serio... no haberlos cogido, porque había algunos muy bellos, ese toro y ese caballo y unos bufones preciosos... todos eran tallados en madera, pesados como deben ser los muñecos de cuerda, porque es que si un muñeco de esos no es pesado no se mueve. Todo eso desapareció de allí, yo no sé quien pero... mejor dicho lo saquearon, lo destruyeron. Nosotros los habíamos dejado allá arriba porque no sabíamos manejar eso y de todas maneras los respetábamos, lo mismo los telones y todo... todo quedó ahí guardado; pero llegaba otra gente al Teatro del Parque y eso lo fueron saqueando hasta que desapareció...".
No sé sabe cómo la parte de los muñecos que se salvó del saqueo fue a parar a unos depósitos que tiene el Ministerio cerca de Puente Aranda. Allí los habían dejado a la intemperie y fuera de eso hubo alguna vez un incendio que dejó a muchos de ellos mutilados. Casi diez años después de creado Colcultura y bajo la dirección del poeta Rojas, el teatro entra a depender administrativamente del nuevo instituto. Don José Muñoz y su hija Cecilia fueron entonces contratados para recuperar y restaurar los pocos muñecos que el vandalismo, el frío, el sol o el fuego hubieran dejado. Al respecto doña Cecilia cuenta: "Nosotros con mi papá nos fuimos a traer los muñecos (...) no nos pusimos a escoger sino que lo cogíamos íntegro todo y lo trasladábamos al Teatro Cultural... de trescientos muñecos solo habían quedado ciento treinta y tres. Para restaurarlos nos dieron el palomar del Teatro Colón y allí pasé cerca de seis meses sola reconstruyéndolos. Mi papá ya estaba muy cansado y sólo iba de vez en cuando a supervisar... estuve allí seis meses desde las ocho de la mañana hasta que se acababa la función nocturna cuando había programación".
“Yo tengo la lista de lo que nos entregaron a nosotros y lo que nosotros devolvimos al Instituto ya reconstruido. Recuperamos también las escenografías que eran como tres baúles con sesenta o setenta escenografías completas, estaban rotas y desteñidas. Después de terminados los muñecos, planchamos las escenografías y con pinturas adecuadas reconstruimos los paisajes, que los habían hecho los hermanos Tarazona, unos artistas en eso. Todo, todo se lo entregamos al poeta".
Para Muñocito, ya en sus últimos años, haber podido rescatar los muñecos que más que del Parque fueron suyos porque él los había creado y les había dado vida, debió tener un gran significado. Y a pesar del cansancio de los años sacó nuevamente ánimos para seguir formando gente y así continuar dando a los muñecos la vida que a él ya se le estaba agotando. Cuenta su hija, que después con el apoyo del poeta Rojas, ella y su padre dictaron dos cursos en los que se capacitaron ciento veinte personas a quienes Muñocito enseñó todo lo que él sabía de las marionetas. No sabemos qué pasó con ellos, pero si en algunos logró quedarse ese gran amor por los muñecos, esto será suficiente para honrar la memoria y hacer perdurable en el tiempo la presencia de José Muñoz, esa colombiana y moderna versión del viejo Geppeto que no inventó un pinocho, sino mil muñecos.
NOTA: La reconstrucción de la historia de Muñocito fue posible gracias a la colaboración de Dora Triviño y Alvaro Hernández (Grupo de Teatro del Parque) quienes nos facilitaron una entrevista que le habían hecho a Cecilia Muñoz en 1.987.
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