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Las marionetas de Jaime Manzur

Escrito por Consuelo Méndez


En 1.948, días antes a los oscuros tiempos que siguieron al Bogotazo, la familia Manzur arribó a Colombia. A Sara, David y Jaime todo les parecía bastante extraño. Armenia (Quindio) para entonces Caldas, nada tenía que ver con Barcelona donde habían vivido el último año, y ni siquiera con ninguna ciudad de Las Islas Canarias donde ellos habían pasado su primera infancia. Parecía que hubiesen hecho un viaje a través del tiempo ... pocas cosas había qué hacer, pocas cosas había qué ver y encima, en los sitios llamados teatros, no se presentaba éste sino cine y de manera no permanente. Ante la escasez de espectáculos, su madre una multifacética artista que hasta ahora había rodeado a sus hijos de las más diversas opciones culturales para ocupar su tiempo libre, no dejaba pasar ocasión alguna en invitarles a ver todo lo que por aquí pasara. Así Manzur recuerda haber conocido a Podreca en 1.952, en 1949 haber visto la película de sus marionetas titulada "Donde mueren las palabras" y en 1.961 las marionetas de Salzburgo, estos dos últimos espectáculos tuvieron mucho que ver con su vida y su profesión artística. Con la primera se enamoró de la danza, oficio al que se dedicó con éxito durante mucho tiempo antes de ser titiritero. En la segunda se encontró cara a cara con las marionetas que era lo que siempre había querido hacer. "Desde que las vi yo me desdoblé, yo sentía que yo era parte de esa Compañía porque era lo que yo siempre había tenido en mi mente. Viendo las marionetas de Salzburgo reconocí otra dimensión de los muñecos, las escenografías, la coreografía, las luces... era como si las hubiera conocido siempre, como si me hubiera criado con ellas y con el maestro Aicher, quien además me cogió un inmenso afecto.[1]


Esta extraña cercanía con las marionetas del maestro Aicher era quizás otro campanazo de la vida que le indicó su destino; su presencia empezó a desempolvar lejanos recuerdos de la infancia y a avivar una inexplicable atracción por los muñecos: "Cuando yo tenía cuatro años me dieron un teatro de técnica de cartón que lo tengo en una urna empotrado como mi mejor recuerdo. Vivíamos en Africa, en Batta, capital de la Guinea española, donde yo había nacido. Mi papá nos daba dinero los fines de semana y mi hermana Sara como era la única mujer era la que más curioseaba por las vitrinas y venía con miles de ideas a la casa. Un día ella llegó y dijo "mire lo que me compré", era un teatro de cartón de técnica española. Bellísimo. David se enloqueció y se fue a comprar uno para él. En casa nos habían enseñado que las cosas son únicamente del dueño y que cada uno debía tener sus propias cosas. Entonces ellos me dijeron: usted nos da la plata y así queda como propietario de los dos teatros. Así fue, yo les di el dinero y ellos empezaron a comprar obras. Con el tiempo Sara se hartó y le vendió su parte a David y como era copropietario tenía todo el derecho a disfrutarlo. Ellos más grandes se iban y me dejaban el teatro armado y lo único que yo le decía al niñero que tenía, era que me cambiara los escenarios y me pusiera otros. Mamá dice que era una cosa impresionante porque todo el mundo se iba y yo pasaba horas y casi días enteros frente a ese teatro. Mis hermanos empezaron a crecer y yo también claro. Pero a diferencia de ellos, yo nunca solté ese teatro. Más tarde empecé a leer el Tesoro de la Juventud y algunas cosas de teatro, leía a Moliere y a García Lorca y después de leer me venía corriendo a hacer en el teatro lo que había leído. Ese fue mi primer contacto con los títeres, yo crecí con el teatro de cartón y lo conservo aún como un tesoro.[2]


La gran afición por su teatro fue pasando con los años y cada nueva experiencia como bailarín velaba con intermitencia sus recuerdos. Pero definitivamente hay cosas de la vida que aunque uno quiera no se las puede quitar de encima y es que Jaime Manzur había crecido con los títeres. Su madre una escultora y literata inédita, jugó un papel fundamental en el que sería resueltamente su oficio: Cuando él era pequeñito, le hacía para jugar, cabezas de muñecos en cáscaras de huevos a las que animaba con los dedos, después las hacía en trapito y cuando ya estaba más grande ella empezó a revelarle sus secretos de escultora, le enseñó a hacer los muñecos en yeso, pero ... eran demasiado frágiles y fue entonces que como "aprendiz de brujo" descubrió cómo se hacía el papel maché y ahí empezó a hacer sus primeros muñecos.


Jaime Manzur y sus marionetas

Y aunque estaba definitivamente dedicado a la danza, el dicho popular de "tanto va el cántaro al agua hasta que por fin se rompe" cobró toda su vigencia y fue así como un día del año 58 estando en Medellín, decidió proponerle al Director de la Biblioteca Pública hacer completamente gratis su primer show de marionetas. Presentó entonces La Zarzuela "Los Gavilanes" y la de "Soto del Parral" y las óperas "La Traviata" y “La Bohemia”. Fue un éxito total. Pero Jaime aún no se convencía de su destino, continuaba con el ballet, con las clases de danza en los colegios, seguía como profesor de expresión corporal en la escuela de Arte Dramático y en los poquísimos ratos libres que le dejaban tantas ocupaciones, hacía marionetas. Hizo algunas pequeñas giras y algunas presentaciones privadas siendo realmente esto lo que le permitía financiarse porque el ballet no da para comer. Pero los retazos que le sobraban de sus trajes sí le permitían hacer los vestidos de las marionetas. Así entre una cosa y otra iba pasando la vida hasta que un día se volvió a encontrar con Ernesto Aronna a quien conocía desde hacía tiempo y como él dice "se le iluminó el bombillo". "Un día -cuenta Jaime Manzur- vino Ernesto a almorzar a mi casa que era en Ia 45 con 15 y me dijo: No mijo, pero usted sí es muy tonto, yo de usted haría mi teatro aquí ... mándese a hacer unas sillas plegables y en este arco empiece a hacer el teatro. Y yo me puse una Semana Santa y no hice más que oír el sermón de las siete palabras y trabaje y trabaje; mi mamá se puso a hacer unos vestidos preciosos y así empezamos el teatro. Mi mamá se sentaba en la puerta a cobrar la entrada, pero ella no me servía de taquillera porque apenas llegaba alguien medio conocido lo dejaba entrar y así la cosa no resulta rentable, pero ella decía que algún día eso sería bueno. Así fue que empezó la Compañía que desde siempre, desde las primeras presentaciones en Medellín se llamaba Compañía de Marionetas Jaime Manzur".[3]


Ese sabio y categórico vaticinio de su madre se empezó a hacer realidad en 1.975. Ese año "vino Pépe Gómez el Director del Museo de Arte Moderno de la OEA, quien por amistad con mi hermano David venía con frecuencia a llevar artistas a la noche de las Américas que se celebraba todos los años en Nueva York. En una de esas venidas yo le hice un show y él dijo que esto tenía que verlo Estados Unidos y así fue que nos llevaron. Nos correspondió el 23 de diciembre de 1.975 hacer la noche de gala. Allí después de vernos alguien me preguntó si conocía al maestro Bilbert y ya le respondí que sola en fotos. Entonces dijo que me conseguiría una cita con él. Así fue. Yo le llamé y aunque no pasó al teléfono me dejó dicho que nos invitaba a su función a las tres de la tarde. Nosotros nos volamos para allá y cuando fui a pagar las boletas nos dijeron que eso era una invitación. Yo muy sorprendido entré y me fui a hacer atrás y la acomodadora me dijo que la primera fila estaba reservada para nosotros ... pero ahí no para la cosa porque encima cuando empezó el show, salió el primer marionetista, habló de las marionetas en el mundo y nos dedicó la función. Yo me puse a chillar de la emoción. Al terminar cuando ya nos íbamos nos dijeron que el maestro Biibert nos esperaba a tomar con él el refrigerio. Bueno, el viejo era divino y al final ya le invité muy tímidamente a la presentación que iba a hacer en el teatro ... cuál sería mi sorpresa cuando empecé la función y vi al maestro con toda su compañía. Después de la presentación me preguntó si me podía sugerir cosas y yo imagínese, le dije: "Maestro estoy dispuesto a recibir todo lo que usted me quiera decir. "Bueno -dijo él- mañana a las nueve lo espero en mi casa. "Pues sí señor al otro día empecé a tomar una clase con él desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche y me decía, pero mire, apunte, haga ... era como un general con un pobre soldado. Después yo seguí la gira y me dijo que me esperaba al regreso. Cuando volví ya me quedé con él ocho días aprendiendo cosas de manera un poco más tranquila. EI ultimo día me dijo "Bueno, ahora si yo creo que usted puede seguir adelante".[4]


Al año siguiente después de este premonitorio encuentro Manzur recibió una invitación para el Festival Mundial de Conneticut, éste desde luego, tenía que ver con su ya cercana amistad con Bilbert, aunque era una representación oficial de nuestro país en un encuentro oficial. Manaur -como suele pasar- no obtuvo el apoyo oficial pero ante semejante oportunidad no dudó en hacer hasta lo imposible por conseguir los pasajes. "Yo llevé la historia del títere que empieza con un Totem y entra bailando un indio con todos sus adornos, todo copia del Museo del Oro; de pronto el ídolo empieza a moverse, ahí es cuando nace el títere (¿? La redacción de esta parte confunde ya que no se sabe cuando termina la descripción del espectáculo, y cuando empieza a contar la anécdota de lo que sucede esa noche) y en ese momento empiezan a desfilar los títeres de todo el mundo: Punch, Polichinela, Kasper, bueno ... como seis, y después ellos anuncian mi show que es un cuadro colombiano con danzas que duran no más de media hora; sale primero el pueblito viejo donde salen marionetas bailando cosas de Cundinamarca y Boyacá y terminando con la cumbia. Bueno, pues yo terminé mi show y siguieron bellezas porque estaba China, Hungría, Checoslovaquia, Moscú, pero de todas maneras el único latino era yo. Allí resultaba muy costoso quedarse aunque había cosas maravillosas para ver y como yo iba sin patrocinio, pues ni modo. Entonces me fui a despedir de la organizadora y le expliqué por qué nos teníamos que ir, entonces me dijo: "espere un momento". Se fue y cuando volvió nos dijo: '"el Festival los declara huéspedes de honor". Y nos quedamos los trece días y la pasamos de ataque. El décimo tercer día empezó la premiación -yo sí notaba que la gente era muy querida con nosotros- y ese día llegamos al teatro cuando pum, nos dijeron "no, ustedes no puede entrar". Empecé a imaginarme lo peor, quién sabe qué pasaría porque nos metieron a todos en una salita. Y ahí nos estuvimos un rato hasta que empezó la premiación. Cuando dicen: "Primer Premio, Marionetas de Jaime Manzur de Colombia". Yo casi me muero ... Ahí mismo me puse a berrear y me tocó así salir al escenario para dar las gracias. Allí había periodistas encargados de A.P. y otros y ellos inmediatamente pusieron un télex y bueno así pasó. Yo dije: uy cómo será cuando lleguemos a Colombia, yo me imaginaba mucha gente esperándome! pero mira en el aeropuerto ni un alma, al contrario casi me quitan el premio en la aduana que consistía en varias cosas de teatro. Yo por supuesto estaba aterrado y me fui a las emisoras a preguntar si ellos habían recibido el télex y me dijeron que sí, pero nada más. Es increíble, yo figuro en el almanaque mundial de ese año, figura el premio y una entrevista y aquí nadie dijo nada".[5]


Jaime Manzur y sus marionetas

Entre tanto, mientras él había estado fuera del país durante dos años seguidos, su teatro recién fundado estaba allí como esperando también que le dieran vida; por eso a su regreso en 1.976 y con el sinsabor que le dejan las actitudes de nuestro país frente a sus artistas, Manzur decidió profesionalizar la sala presentando ópera, zarzuelas y cuentos, en funciones diurnas y nocturnas.


En 1.979 había logrado hacerse a un público y sacar su sala adelante. Pero nuevamente tuvo que interrumpir su tarea para salir de viaje: el Icetex en ese año había decidido hacer algo por la cultura y entonces creó una beca honorífica de investigación artística. Manzur era ya bastante conocido y además tenía a cuestas el premio internacional lo cual lo hizo suficientemente apto para ser seleccionado. Durante dos años, casi le dio la vuelta al mundo en un trabajo de observación que abarcaba no sólo los títeres y las marionetas, sino las diferentes manifestaciones artísticas que en el teatro de títeres confluyen como la pintura, la escultura, el teatro y la danza. Dos años duró este maravilloso pero agotador viaje de estudios. A su regreso a Colombia, desde luego, no tenía sala pera venía con mil imágenes y mil ideas en la cabeza.


En 1.982 cuando Manzur regresó a Colombia, Gloria Zea desde Colcultura, estaba intentando consolidar la temporada anual de Opera en el Teatro Colón de Bogotá y sabiendo que Manzur dominaba este género le contrató para que dirigiera una de las obras que harían parte de la temporada de ese año. Fue en el desarrollo de este trabajo que conoció la casa donde, y desde hace casi diez años, funciona su sala, que "está catalogada como única en América, …tiene todas las formas; tú lo bajas y se convierte en un teatro de cámara, le quitas todas las trampas y te sirve de teatro de varilla, tiene mecanismos para poner la cortina de luz, tiene además en el segundo piso los talleres y aquí en la primera planta un museo bastante reducido por cierto pero que alguna vez será como yo quiero.[6]

Actualmente esta sala que está localizada en la Calle 61 con carrera 14 se sostiene sola; se realizan allí funciones matinales y vespertinas durante los fines de semana, entre semana se hacen presentaciones especiales para colegios. El repertorio está compuesto por una cantidad innumerable de obras y aunque se han escenificado muchísimos cuentos, realmente la ópera y la zarzuela son allí los géneros privilegiados. Es casi como la especialidad de Manzur y lo ha sido desde la primera temporada que realizó en el Museo Nacional de Bogotá en 1.971 cuando con mucho éxito y durante tres meses se presentó diez óperas. Su elección por este género no ha sido fortuita; tiene qué ver con recuerdos de su infancia en Canarias cuando su madre lo llevaba casi todas las noches a ver la Compañía de María Guerrero; tiene que ver además con alguna visión de alguna manera comercial pues cuando él con su familia se radicaron en Medellín, la producción de este género era en el país bastante incipiente; pero además tiene que ver con una fuerte convicción de que la capacidad lírica y auditiva del pueblo colombiano es enorme y está completamente inexplorada.


Hoy día con una trayectoria tan larga y rica en el arte, a Jaime Manzur le quedan aún mil sueños y proyectos por realizar. Pero definitivamente después de conocer más de cerca su historia, después de haber tenido la oportunidad de curiosear el enorme y maravilloso ropero de todos los muñecos, de escarbar los cajones en los que él cuidadosamente guarda todos los accesorios de sus marionetas, de sorprenderse con los muebles diminutos de todos los estilos que conforman la colección de sus escenografías, después de oírlo hablar y oírle contar que sus marionetas no sólo se peinan y se maquillan antes de cada función, sino que cada una tiene su propio perfume; después de haberle visto "curar" un muñeco que en la escena ha roto los hilos que le mantienen vivo ...en fin ... después de haber tenido la oportunidad de compartir un rato de su vida y su trabajo, uno se queda pensando ... y termina totalmente convencido que Jaime Manzur, está predestinado para ser titiritero.

[1] Manzur, Jaime. Entrevista. Febrero de 1.991. Op. Cit.


[2] Manzur, Jaime. Entrevista. Febrero de 1.991. Op. Cit.


[3] Manzur, Jaime. Entrevista. Febrero de 1.991. Op. Cit.


[4] Manzur, Jaime. Entrevista. Febrero de 1.991. Op. Cit.


[5] Manzur, Jaime. Entrevista. Febrero de 1.991. Op. Cit.


[6] Manzur, Jaime. Entrevista. Febrero de 1.991. Op. Cit.

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