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Objetos con alma en las culturas prehispánicas

BASTONES Y MUÑECOS EN ALGUNOS RITUALES DE LOS INDÍGENAS EMBERA


La nacionalidad(¿) indígena Embera, ocupa los territorios ribereños de la selva húmeda del Pacífico Colombiano y Panameño y paulatinamente ha extendido su habitat a las estribaciones bajas de las tres cordilleras, especialmente la occidental. En estas comunidades el concepto del chamán se denomina bajo el vocablo de Jaibaná, quien fundamentalmente cumple la tarea de comunicarse con los Jai o espíritus de los muertos.

El Jaibaná, como símbolo de su poder y a la vez como instrumento de su oficio, posee un bastón que tiene en la parte superior tallas diversas que representan figuras zoomorfas o antropomorfas dobles o sencillas con características humanas o mitológicas. Dichos bastones se convierten dentro de los rituales, en objetos sagrados, por cuanto en ellos se posesionan los dioses para cumplir por intermedio del chamán diferentes misiones en la tierra.


"Los bastones son varas de sección circular y de un largo aproximado de 80 a 100 cm. Siempre están tallados en madera dura y pesada, generalmente de color negro o rojizo y su superficie se alisa y se pule con mucho cuidado. En el extremo inferior se adelgaza gradualmente aunque no termina en punta, y en el superior está adornado por una talla que corresponde al uso específico del objeto. La parte tallada abarca aproximadamente la sexta o la quinta parte del bastón".[1]


El antropólogo Antonio Chávez, comenta: "El planteamiento religioso y en general de la vida de los indígenas del Chocó es que los muertos influyen sobre los vivos. Y por eso, ante cualquier problema que los vivos tengan, deben pedirles a los muertos ayuda. Los Jai, son los espíritus de los muertos y el Jaibaná, quien los atrae y maneja. Es quien realiza las ceremonias durante las cuales invoca a los espíritus de los muertos "prestigiosos" para que se metan en el bastón en donde está hecha la imagen y se pueda así efectuar la curación. Es decir, el bastón se utiliza para que en él se puedan incorporar los espíritus y de esta manera los muertos puedan ayudar a los indígenas no sólo en la enfermedad, sino en las malas cosechas o en la mala suerte. El bastón se elabora y se sacraliza durante la ceremonia, pero una vez terminado el ritual el Jai sale del bastón y éste queda convertido solamente en un objeto decorativo.


Bastón ceremonial Emberá. Instituto Colombiano de Antropología e Historia

Las figuras que se tallan en el bastón tienen relación con el mito de creación de los Emberá. Ellos dicen que LEGUANDAMA, el dios creador, hace primero el mundo y los distintos animales. Después entonces crea a las mujeres. Como ellas entonces andaban solas tuvieron relaciones sexuales con los animales y de allí nacieron los hombres, ellos son algunos hijos de la mujer y la tortuga, otros hijos de la mujer y el venado, otros de la mujer y el caimán, etc., etc. Entonces lo que se representa en el bastón es el hombre con su tótem, su antepasado mítico. Estas figuras son extraordinarias, tienen a veces un animal, a veces dos, a veces son también dos hombres, o bien un hombre y un animal".[2]


Curiosamente la presencia del Jaibaná dentro de los Embera está permanentemente rodeada de muñecos. A él se asocian no sólo las figuras transitoriamente sagradas de los bastones (a los que nos acabamos de referir), sino una serie de muñecos, que representan los espíritus protectores y que por tanto son siempre sacralizados por el Jaibaná.

Al respecto Reichel Dolmatof en Notas Etnográficas sobre los indios del Chocó dice: "Al año, el bebé recibe de las manos del chamán una pequeña figura antropomorfa de madera dura, de unos 30 cm. de altura. Representa el espíritu tutelar que lo protegerá hasta la edad adulta. No se trata de manera especial y para el niño es sólo un juguete. Los adultos -en cambio- saben que tiene un poder especial".


Por su parte Alvaro Chávez nos cuenta: “Antes, cuando una persona que tenía vocación iba a aprender el oficio de Jaibaná con un brujo mayor, el aprendiz, a medida que iba aprendiendo cosas, iba tallando pequeños muñequitos en balso que representaban los espíritus de él como profesional de la curación. Éstos los iba metiendo en un barco, también tallado por él, y cuando terminaba su aprendizaje, se iba para su casa con el barco lleno de muñequitos y lo ponía en lugar visible como quien cuelga un diploma. Por eso cuando uno llega en el Chocó a una casa y ve el barco, inmediatamente sabe que allí hay un doctor".[3]

Finalmente se tiene evidencia de otro tipo de muñecos que a diferencia de los anteriores, presentan articulaciones en brazos y piernas; se trata de una figura antropomorfa encontrada en el río Nauca, la que describe Dolmatof de la siguiente manera: “Los brazos y las piernas tallados en balso, estaban unidos al cuerpo con espigones de madera. Estaba sentada al lado de la trocha que conducía a la casa de un Jaibaná y protegía su vivienda de los malos espíritus que quisieran acercarse a ella. Estos guardianes de la casa se observaron varias veces. Cuando se deja una casa varios días, se amarra una figura antropomorfa a un poste de las casa cerca de la escalera y nadie se atreve a entrar en ella".[4]


Figura antropomorfa Emberá. Insituto Colombiano de Antropología e Historia

LAS MASCARAS EN LA CEREMONIA FUNERARIA DE LOS INDÍGENAS CUBEO


Aunque la producción y utilización de máscaras es muy prolífica y frecuente en todas las comunidades indígenas vigentes en el país, nos referiremos en particular a las utilizadas dentro del Oyné, una ceremonia funeraria realizada por los indígenas Cubeo del Vaupés, al cumplirse un año de la muerte de algún miembro de su comunidad. Dicha ceremonia consiste esencialmente en una danza de enmascarados, y la hemos considerado de singular valor para nuestra investigación, pues las máscaras utilizadas por los danzantes cubren no sólo su cabeza sino gran parte de su cuerpo, dando así la clara impresión de ser un enorme muñeco.


Durante los cuatro días que dura la fiesta, los enmascarados danzan y cantan y de esta manera imprimen una forma particular de animación a la máscara que portan. Por sus características y el movimiento que éstas adquieren a partir del ritmo del cuerpo de quien las lleva, se pueden fácilmente asimilar a una técnica conocida en el teatro de muñecos con el nombre de Títere de Jinete.


Veamos pues, cómo son estas máscaras y en qué consiste el ritual en el que participan.

Cuenta el mito Cubeo que antes no se moría nadie, hasta una vez que un joven se enamoró de su hermana y con ella incurrió en el incesto. La comunidad al darse cuenta de este "delito" lo condenó al destierro, y allí, él murió de vergüenza. Como era la primera vez que alguien moría no se sabía que hacer con ese cuerpo, hasta que un anciano chamán, decidió hacer un Oyné con cantos danzas y máscaras para sacar el espíritu del muerto de la comunidad.


Máscara Cubeo. Colección latinoamericana del Museo de Arqueología y Etnología Universidad de Simon Fraser

Los primeros tres días de la fiesta tienen como finalidad transformar el dolor y la ira que provoca la muerte, en alegría de vivir, por ello, los hombres se cubren con máscaras que representan diversos animales y espíritus malévolos y mediante sus cantos, danzas y lamentos, pretenden alejar a los deudos del dolor. El día cuarto, último de la fiesta, se expulsa definitivamente el espíritu del muerto de la comunidad, y la fiesta que había comenzado, lenta y dramáticamente se convierte entonces en una vigorosa explosión de plenitud y de vida y termina en el desorden frenético de una orgía sexual. "La indumentaria de los danzantes es un traje que cubre la cabeza y el cuerpo hasta las rodillas. La primera sección es una capucha triangular de corteza que cubre la cabeza; en ella va pintada una cara con ojos y nariz pero no siempre boca. Los agujeros para los ojos del enmascarado no corresponden al diseño pintado. A veces la capucha remata en una calabaza con una cara pintada de café o negro. La sección intermedia para el cuerpo va cosida a la capucha y también es de corteza, lleva mangas que llegan debajo del codo y tienen panelas en diseños geométricos que imitan los rasgos características del cuerpo del ser representado: los peces con diseños de escamas, las aves y los insectos con alas. La tercera sección es un largo fleco de fibra que orla todo el ruedo de la falda. En danzas mímicas que imitan gestos, movimientos y sonidos del ser representado, los enmascarados dan forma a un espectáculo que recrea, por el símbolo, las fuerzas de la vida y de la muerte, el eterno ciclo de la existencia. Los hombres son actores principales: niños, adultos y ancianos, cada uno jugando el papel de una máscara de acuerdo a su edad. Las mujeres sujetos pasivos, son plañideras en la parte posterior de la maloca y sólo se incorporan a la acción el último día.


Los más importantes personajes del ceremonial y los fácilmente reconocibles son: el jaguar, la mariposa, los monstruos de la selva, el escarabajo estercolero, el buitre y los peces "arucú". Los cinco primeros están relacionados con la muerte, los últimos son los peces más estimados por los Makuna.


El jaguar es el shamán. En los pueblos selváticos es común la creencia de su interrelación que permite al shamán, por medio de los alucinógenos, convertirse en jaguar y a veces matar a sus enemigos. Esta máscara se distingue ante todo por las manchas amarillas delineadas en negro y rojo; lleva un silbato que imita el sonido profundo del rugido de la bestia enfurecida. Al comenzar la danza los jaguares bailan con las mariposas, por parejas o separados; luego entran los demás personajes.


La mariposa es el jefe de los enmascarados. En la mitología, una gran mariposa de alas azules prepara la malaria en una calabaza, la esparce por la tierra, cae dentro y se consume al morir la víctima. Su máscara lleva trozos de corteza en forma de alas en la cabeza y a veces una antena arqueada hacia adelante; en la parte intermedia diseños triangulares. Porta una calabaza y un palo para golpearla, imitando al shamán cuando golpea la olla para que ciga (caiga???) la mariposa. Danza en pareja, tomada de la mano, hacia adelante y hacia atrás o agachándose para imitar al insecto cuando se posa.


Los monstruos de la selva -enanos, gigantes, ogros- según las leyendas devoran víctimas humanas, pero en este caso no se les toma muy en serio, son pausados e indiferentes o ruidosos y exaltados, según los personifiquen indígenas ancianos o niños. Su capucha lleva una calabaza pintada con rasgos humanos. Sólo ellos pueden entrar, en el desarrollo de la danza, al lugar donde las mujeres se lamentan, para asustarlas. El escarabajo estercolero se relaciona con los desperdicios, los despojos, la materia podrida y muerta. Son dos enmascarados, que llevan capuchas coronadas por un tubo corto en forma de reloj de arena. La parte de la cara es blanca y sólo tiene ojos; el cuerpo diseñado con fajas circulares y rombos laterales. Bailaban asidos de la mano, lentamente, hacia adelante y hacia atrás, llevando un palo corto con el que imitan la acción del animal al empujar el estiércol.

El buitre, comedor de carroña, tiene rasgos humanos; su cuerpo en fajas horizontales y grandes rombos que imitan alas. Lleva un palo sobre los hombros y contra la nuca y se encurva desde la cintura, como el ave cuando remonta el vuelo.


Los "aracú", peces preferidos como alimento, símbolos de la vida. Tienen capuchas de alto pico en forma de reloj de arena. Danzan en pares, lateralmente, cogidos de las manos, llevan un palo de tres metros, rematados en flecos de corteza; suben y bajan por una escala de cuerdas sujeta a una viga del techo de la maloca.


El último día, en la tarde, se efectúa una danza y se queman las máscaras. pero si alguien quiere, puede conservarlas, y muchos niños las rescatan del fuego para sus juegos. La máscara en sí no es sagrada, pero sí lo es el ser que representa.


Al amanecer cuando las llamas destruyen a los símbolos de muerte, los hombres y mujeres danzan, intercalados, y poco a poco van soltándose en parejas, para copular en la selva y regresar a buscar nuevo acompañante. Luego los hombres beben chicha mezclada con polvo de huesos de muerto; queman ají seco para ahuyentar definitivamente el espíritu del difunto, y no vuelvan a mencionar su nombre por lo menos en una generación".[5]

[1] Dolmatof Reichel, citado por Vasco Guillermo Luis en "Jaibanás, los verdaderos hombres", Biblioteca Banco Popular. Bogotá, 1.985. Pag. 50.


[2] Chaves Alvaro, entrevista concedida en Bogotá, Octubre 1.990.


[3] Chaves Alvaro, entrevista concedida en Bogotá, 1.990.


[4] Dolmatof Reichel, "Contribuciones a la etnografía de los indios del Chocó" en Revista Colombiana de Antropología, Vol. XI, Bogotá. Pag. 120.


[5] Chaves Alvaro, "Máscaras Indígenas" en "Rostros: Introducción a la máscara en Colombia". Centro Colombo Americano, Bogotá, 1.984.

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